sábado, 5 de julio de 2008

0º ETAPA TENERIFE-OVIEDO

VOLVER A LAS ETAPAS
Son las 06:00 en Tenerife del día 5 de Julio de 2008. El despertador de mi mesita me recuerda que hoy empieza uno de los días más importantes de mi vida. Como suena igual que el día anterior lo apago con la misma desgana que todos los días.
Pero no, hoy es distinto, aparte de lo temprano, las maletas están preparadas y el aire está enrarecido por la excitación. Hasta Rosario, mi esposa, que no es de madrugar, se ha levantado sin esfuerzo. Alan, mi hijo, ya ha dado el salto desde su litera, y se está vistiendo.
La mochila ya está preparada, todo controlado y organizado hasta la milésima de milímetro, como a mí me gusta, para evitar cualquier contratiempo. Con todo, traigo una espinita en el corazón: No veré a mi familia hasta la vuelta el día 23, ¿lo aguantaré?, ¿lo aguantarán?. Además el vuelo que me llevará hasta Madrid llega a las 12:00 y el que me llevará a Oviedo sale a las 14:00, ¿Me dará tiempo de enlazar los vuelos?. ¿Tendré que correr por Barajas como un poseso?. Bueno, algo de emoción siempre tienen los viajes, y este también.
Mi familia se empeñó en llevarme al Aeropuerto, yo no quería que madrugaran pero ellos que sí, yo que no, que quería irme con la guagua, ellos que con la guagua no, que me llevaban..., total, que, de noche negra y fresquita, llegamos a Los Rodeos. A las 8:30 sale el vuelo de Vueling de TFN a MAD. Como tengo que transbordar a otro vuelo de Iberia y no me transportan la mochila, ni tampoco puedo llevarla en cabina, tendré que recogerla de la cinta en Barajas, con lo cual el tiempo se me va acortar demasiado para hacer el trasbordo. ¡¡¡Qué nervios!!!.
De todos modos antes de salir de Tenerife, me saco la tarjeta de embarque de Iberia para el vuelo Madrid-Asturias, porque para enredar más la cosa, el vuelo éste lo compré a principios de año y empezaba en Valencia, conectando después en Madrid. Me confirman el vuelo, me dan tarjeta de embarque, pero el equipaje parece que le va a seguir dando emoción al asunto. Respiro, me sereno y, después de todo, este Camino lo voy a hacer para estar más cerca de Dios, y si Él con sus influencias no consigue que llegue bien ¿Quién será? VOLVER A LAS ETAPAS
Me despido de la familia y me embarco en el avión. El vuelo se pasa distraído. Al atravesar por entre las nubes cerradas de la mañana la vista es esplendida. Luego el mar, el ronroneo del motor, el bocadillo y el madrugón hacen el resto, vamos a dar una cabezada.



El vuelo llega bien a Madrid, a la T4, que todavía no me había tocado conocer. La T4 es guapísima, aunque un poco inhumana por sus dimensiones, pero parece que han cuidado todos los detalles. Se ve que la han pensado y ejecutado muy bien. Al final el problema de recoger el equipaje y llegar hasta la facturación de Iberia se va a resolver fácil. Tanto morbo para nada. Como la salida del vuelo de Iberia es desde la misma T4, todo se desenvuelve en un pispas y al poco, sin prisas, estoy esperando en la zona de embarque trasegándome uno de los bocadillos que traje y maldiciendo por los precios estratosféricos del bar, como casi todos los que están por allí.
El vuelo de Madrid al Aeropuerto de Asturias es rápido, apenas una hora, vengo charlando con dos muchachas de color gamba, que vienen de tomar el sol en las Baleares. Al llegar la vista de la verde Asturias desde el cielo emociona. Reconozco la Siderometalúrgica de Avilés y me dejo maravillar por el paisaje.
A la llegada, Maribel y Sonia, madre e hija, me reciben en el Aeropuerto. La verdad que no se puede pedir mejor acogida. Pido perdón por tener que contar nuestra relación personal, pero esta circunstancia tengo que explicarla un poco, de otra manera no se entenderán las emociones y acontecimientos que vendrán después. VOLVER A LAS ETAPAS
Maribel vive habitualmente en Tenerife y Sonia en Holanda. El motivo por el cual hoy se encuentran en Asturias es muy doloroso, Manolito, ex-marido de Maribel y padre de Sonia, después de una larga agonía, ha fallecido. Ayer fue el entierro, el ambiente es de duelo. También tengo que referir que Maribel y yo fuimos pareja por un tiempo, antes de que me casara con Rosario y después de que ella se hubiera separado de Manolito.En ese tiempo aprendí más que en toda mi vida, y se lo debo sin duda a la paciente y amorosa Maribel. Habitualmente, en Tenerife Maribel y yo nos encontramos junto con un grupo de amigos compartiendo el gusto por el senderismo y las fiestas. Días atrás yo la había llamado para invitarla a una comida que hacíamos en el monte. Así fue que me enteré del fallecimiento de Manolito, que en gloria esté, y de que estaba en Asturias con sus hijos. Cuando le dije que el día 5 iba a ir para allá, Maribel se ofreció para ir a buscarme al Aeropuerto. A mí, que me encanta el ofrecimiento de la acogida, lo descarté enseguida, me pareció que no era el mejor momento para vernos, y mucho menos para que se ocupara en darme la bienvenida. Pero Maribel es así, generosa y tozuda. Aunque con dulzura, tira firme de las riendas, y es que cuando sabe que algo es de su responsabilidad no se deja ganar del desaliento. Bendita Perseverancia. Esa es una de las virtudes que más le he pedido al Apóstol, en este Camino, porque yo soy un inconstante, voluble y cambiante. Este será el primer botón de muestra.
Así las cosas, en un ambiente más de duelo que de alegría, nos reencontramos y nos abrazamos, con un sabor agridulce en los labios y un nudo en la garganta.

Como he llegado a las 15:30 deciden que me van a llevar a dar una vuelta por la Playa de Salines, hasta las 18:00 que abre el Albergue de Peregrinos de Oviedo.
Cuando llegamos a la playa, Sonia, que anda renqueando porque se acaba de dar un porrazo, se sienta en un banco. Nos pide que la dejemos sola y que caminemos nosotros. El golpe es en la pierna derecha, Sonia culpa a las estúpidas sandalias de cuero que la hicieron resbalar. Maribel y yo nos miramos a los ojos y sabemos que la culpa no es de las sandalias, pero ahora mismo no es el momento de decir que es lo que creemos. Es el momento de la rabia, del grito, de preguntarse el ¿Por qué?. Pero esto es algo que sólo puede entenderse con el corazón, no con la cabeza.
El caminar por el hermoso paseo de la Playa de Salines permite que desanudemos algunos de los lazos que amarran nuestras emociones. Maribel me cuenta cosas del duelo. También me habla de Manolito, que ha sido un hombre muy querido y alegre. Que no se calentaba la cabeza demasiado, amante de la sidra y de la calle la Gascona. Vivía y dejaba vivir. Sus compañeros lo recordaban con sincero cariño y aunque dice el dicho “Líbreme Dios de la hora de las alabanzas”, no es menos cierto que en la última despedida estuvieron las tres mujeres importantes de su vida, sus hijos y familiares, compañeros y amigos que lo despidieron con afecto y aflicción. Sonia sigue dolorida, pero parece que su humor mejora.
Me llevan hasta el Albergue, que está cerca del Campillín, dónde veo la primera concha de bronce. Nos despedimos con efusión y les doy las gracias por la acogida que me han dispensado. Quiero pensar que esto ha servido para mitigar un poco el dolor.
Me recibe un muchacho de lo más afable que rellena mi Credencial del Peregrino y me acomoda en una litera. Ya han ido llegando otros peregrinos, chavales jóvenes en su mayoría. Todavía no tomo tierra, ni hago contacto. Lo vivido con Maribel y Sonia me ha dejado mucho impacto, y no puedo desprenderme de esa sensación.
A las 18:30 me llama Maribel, ha hablado con Sonia y les apetece que pasemos juntos algún rato más. Pensamos que el mejor homenaje que podemos darle a Manolito es hacer lo que tanto le gustaba: Ir a la calle de las sidrerías de la Gascona, y brindar y comer por él. Quedamos a las 21:30 en la Catedral.
El Hospitalero, que es un sol, sabe que me voy de sidras y me deja las llaves del Albergue, para que regrese cuando quiera.


Aprovecho hasta la hora de la cena para darme una vuelta por Oviedo. Como estoy cerca de la Catedral aprovecho para visitar y fotografiar el entorno y a La Regenta. Oviedo está precioso. Limpio y cuidadito que da gusto verlo.
Entro en la Catedral del Salvador por aquello que dicen de los peregrinos de Santiago:
“Quién va a Santiago y no va al Salvador visita al siervo y no al Señor”
La Catedral está a tope. ¡Que devoción!. Me cuesta horrores encontrar un sitio. El párroco, de mala leche, está pidiendo a la gente que se acomoden, que van a empezar los oficios. Veo un guardia de seguridad, enormes pantallas panorámicas, peleas por los sitios reservados que no están ocupados, hay un ambiente de Final de la Copa en un estadio. Estoy anonadado. Viva la piedad ovetense!!!.
A pesar de haber sido amonestados por el follón que hay montado, el jaleo sigue. Me cuesta creer lo que veo y oigo, con lo refinados que parecen, por lo engalanados, perfumados y bien vestidos que están.
A trancas y barrancas empieza la Misa.


Me quedo sorprendido porque mucha de la gente que está allí ni se levanta, ni reza, ni participa en la ceremonia. Es más, la misa parece que es de rutina, como para cubrir el expediente. El sacerdote pasa por las lecturas y por el sermón como de compromiso, escapando, como queriendo acabar de una vez con el encargo. A la hora de administrar la comunión nos conmina con el aviso siguiente: “Los que vayan a comulgar en la siguiente misa que hagan el favor de esperar, que dejen paso a los que participan de ésta, para que no se aglomere la gente”.
Ahora sí que es verdad que ya no entiendo nada de nada. Consumido por la curiosidad le pregunto al señor que está al lado mío: ¿Por favor señor, me puede decir qué espectáculo es el que van a montar después?. El señor me contesta amablemente que después de este telonero, viene un primer espada: El prelado del Opus Dei.
Acabaremos, ahora sí que entiendo la movida, el público, los perfumes, las joyas y las faltas de respeto en el Templo: Es el Opus Dei. Menos mal que mi fe sólo depende de mí, que si fuera de los ejemplos piadosos de los demás...



Salgo de la Catedral un tanto confuso. ¡Vaya con la visita al Señor Salvador!. Comprendo que formo parte de la iglesia como rebaño y que siempre cerca de las ovejas hay lobos y pastores, pastores que nos cuidan de los lobos y pastores que se reúnen, y ya se sabe: “Reunión de pastores, oveja muerta”. En fin, así es la vida.


Oviedo bien vale una misa. En el Parque San Francisco me solazo contemplando su hermosura, aspirando los aromas de boj, de petunias, de castaño. Como el cielo está plomizo, los verdes lucen todavía más puros y matizados. Bajo las copas de los cedros, su fragancia penetra en mi cuerpo. Las hortensias lucen esplendidas, como el pavo real que pasea su elegancia por el templillo de la música.



El Arco de piedra de la antigua ermita de San Francisco, conmueve mi alma, porque tiene la sencillez y el vigor del de Asís y porque, como él, se deja querer por la naturaleza de la hiedra que lo abraza. Me abrazo también a uno de estos venerables ancianos y le pido su bendición para el Camino.
Maribel y Sonia adelantan la cita y nos encontramos, de muy buen humor, en el Parque San Francisco. Sonia está muy animada, ya ni le duele el golpe de la pierna. Bendito Dios.
Nos vamos a la Gascona y entramos en uno de las Sidrerías favoritas de Manolito. El camarero que nos atiende es un muchacho simpático y divertido que coquetea con Sonia, lo cual nos resulta muy grato. Bebemos no sé cuantas botellas de sidra, que el muchacho nos escancia con pícara elegancia, y comemos unas cosas muy ricas, de esas que tan sólo se pueden comer en Asturias. Nos vamos entonando y, por un momento, nos ponemos a cantar. A Maribel y a mí, cuando mojamos el pico, nos da por cantar, ¿Qué puede ser mejor para alegrar el corazón?. Sonia nos pide recato y discreción y, nosotros, como escolares traviesos, nos reímos y contenemos nuestro regocijo.
Brindamos por Manolito, que, dónde quiera que esté su cuerpo, nos acompaña en espíritu. Le ofrecimos los efluvios de la sidra que tanto amó. Compartimos con él nuestra alegría, deseándole un transito feliz. Compartimos la mesa, la comida y la bebida con su alma. Yo sé que él sonreía feliz viendo los brillos de la sidra en nuestros ojos, compartiendo los “culines” con los que amaba.
Salimos de la Sidrería Tierra Astur, con las piernas un poco temblonas, pero con el ánimo muy reconfortado. Intentamos seguir tomando, pero después de otra botella de sidra parece que los ánimos empezaban a decaer. Es la hora de las revelaciones, de las declaraciones contundentes, a corazón abierto. Con las emociones liberadas intercambiamos razones y sentimientos cargados, que pugnaban por manifestarse. Sonia anda cabreada con Maribel, porque ésta, en su papel de madre, se esfuerza en liberarla de las emociones contenidas, en hacerle entender el origen del golpe de la pierna. Creo que no es el momento de entender, creo que Sonia necesita asumir la situación y eso requiere tiempo y vivenciar mucho, aun así, con la excusa de las sidras también meto mi cuchara, aún sabiendo que es ser un tanto necio.
Para rematar entramos en una dulcería donde degustamos unos mini-carballones y unos tes para templar las gaitas. Una vez recuperamos la calma, con beatífica expresión y dulces abrazos, ahora sí, nos despedimos.
Son las tantas. Voy de vuelta al Albergue por las bulliciosas calles del centro de Oviedo (¡Qué ambientazo), mi cabeza va girando aturdida en torno a lo vivido. Desde mi corazón les doy las gracias a Maribel y a Sonia por este primer milagro del Camino de Santiago. ¡Que el cielo os colme de bendiciones!
En el Albergue el olor a patas tira p’atrás. Esquivo, como buenamente puedo, los bultos
De mochilas y peregrinos en el suelo y por todas partes.
Me meto en la cama tal y como estoy y doy gracias a Dios.
¿Dónde leches estarán los tapones de los oídos?. Entre la excitación que traigo y los ronquidos no voy a pegar ojo, pero no importa:

¡¡¡ Oviedo bien vale una misa!!!., y una noche en vela.

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